Motivación: Herramienta engañosa hacia el éxito
Actualmente, las empresas están apuntando hacia ciertas actitudes y aptitudes innatas en las personas, sobretodo, se fijan en quienes tienen la perspectiva de alcanzar sus objetivos.
Al respecto, Abraham Maslow, sugiere que siempre que deseamos alcanzar algún objetivo, inicialmente, buscamos “la motivación” necesaria para concretarlo, pues determina que dicha motivación implica el impulso hacia determinado resultado.
Sin embargo, existe otra fuente con mayor peso e importancia que la motivación, y nos referimos a la disciplina.
Esto es así, pues si las personas nos basáramos exclusivamente en la motivación, nos llevaría a estar a expensas de los sentimientos, pues la motivación principalmente se centra en la conjetura incorrecta en la que para completar determinada tarea debemos tener un buen control mental y emocional; mientras que en la disciplina, el control del ánimo y los sentimientos no se mezclan.
Según psicólogos expertos en el tema, la consecución de objetivos de la vida diaria, requiere mucho más de que la gente haga lo que en su “boost” de motivación, querría hacer con entusiasmo.
En ese sentido, la motivación quedaría en tela de duda cuando se intenta invocar el entusiasmo hacia algo que objetivamente no lo merece, por lo que en el mencionado intento o capricho de mantener un entusiasmo falso hacia actividades que son evidentemente poco llamativas, podría llevarnos involuntariamente a desviarnos del camino, pues sería exagerar o falsear lo que realmente estamos sintiendo.
Asimismo, cuando determinada tarea obedece a lo sentimientos, estamos esperando que la motivación haga la mayor parte del trabajo, además de que eventualmente esa supuesta y falsa motivación se vuelve en nuestra contra, y al final del día nos lleva a procrastinar. Verbigracia, no salir a correr si está haciendo mucho frío; o no levantarse temprano en caso de no sentir la obligación de hacer algo con determinada importancia; que nuestra relación sentimental haya decidido irse; o peor aún; experimentar el fallecimiento de un ser querido.
La disciplina, por el contrario, es un motor que suministra energía natural, pues la eficiencia no tiene estado de ánimo, a ella no le importa si te sientes bien o mal. Por eso, para obtener resultados contundentes y que perduren en el tiempo, la mencionada disciplina debe superar a la motivación, pues funciona hasta en estados de ánimo en los que nos sentimos indispuestos.
Por consiguiente, para poder llegar a tener un éxito más sano y constante, es ineludible separar los sentimientos de las acciones a la consecución de nuestros objetivos.
Finalmente, se concluye que la motivación es “como un postre con demasiada azúcar, pronto te empalaga y te asquea”. Esto, pues hay personas que por su simple personalidad y carácter, no necesitan de ella.